En diciembre de 2013 y con
motivo del 25 aniversario de mi Asociación, ALJAMA, se me pidió colaboración
para el acto que este día se iba a celebrar. Para mí fue un orgullo que me
eligieran por ser la mujer que más tiempo llevaba en la asociación sin beber
(trece años y medio). La idea me gustó, porque por fin podría decirles a todos
como había sido mi vida con el alcohol, pero por otro lado me daba miedo y
vergüenza hablar delante de tantas personas: autoridades, compañeros de otras
asociaciones, familiares, pero sobre todo sabía que me iba a costar mucho
hablar delante de las dos personas que más de cerca habían sufrido mi
enfermedad: mi madre y mi hermano. Esto último era a la vez lo que me echaba
para adelante, contar a todos como había vivido yo mi enfermedad. Hablarles de
mis sentimientos. Sabía que iba a ser duro, pero a la vez gratificante, así que
me decidí. Hoy también me decido a escribirlo para vosotros, espero no
decepcionaros. Esta es mi historia y así la conté aquel día:
Buenas
noches a todos. Para los que no me conozcáis, me llamo Puri y soy alcohólica.
Os
voy a contar mi historia, lo que ocurre es que es muy difícil resumir 45 años
en unos folios. Más aún cuando han sido tan intensos y en los que he vivido
tantas cosas.
Mi
infancia fue bonita, no tengo recuerdos malos. Mi familia era y es una familia
humilde y trabajadora. Yo era la niña de la casa, porque era la más pequeña. Mi
hermano, cuatro años mayor que yo, era una máquina: estudiaba (sacando las
mejores notas), y a la vez trabajaba (de camarero, en la aceituna, vendimia…).
Era impresionante, lo admiraba y lo admiro.
Yo
empecé a hacer lo mismo que él. La verdad es que yo también era buena
estudiante y trabajadora, pero pronto se empezaría a torcer todo.
Recuerdo
mi etapa del colegio con un sabor agridulce. Yo era una niña muy
delgadita y bajita, a la que los profesores querían mucho y que siempre estaba
rodeada de compañeros. Pronto me daría cuenta del motivo de tanto éxito, “mis
notas”, pero a la hora de la verdad siempre estaba sola y muy acomplejada.
Mis
tonteos con el alcohol empezaron a los 16 años más o menos. Antes bebía, pero
sólo los fines de semana y lo que se consideraba “normal”. Acababa de terminar
una relación de dos años con un chico y tuve que buscarme otros amigos, los
míos todos tenían pareja y esto me hacía sentir incomoda, pero me era muy
difícil relacionarme.
Aunque
no lo parezca, siempre he sido una persona tímida, con bastantes complejos y con
la autoestima muy baja. Mi arma para relacionarme en el instituto y fuera
seguía siendo la misma, mis notas. Tod@s querían hacer los trabajos conmigo,
pero a la hora de quedar fuera del instituto, me sentía sola, a un lado. Me
costaba relacionarme, aunque yo intentaba que no se notara.
Un
día antes de salir de casa, me tome una copa. Ese día descubrí que era más
valiente, simpática, animada, divertía al grupo e incluso era capaz de ligar.
Así empezó todo, una copa antes de salir y luego alguna más con los amigos. Me
lo pasaba genial y ellos conmigo.
Un
día me dije, si esto me sirve para relacionarme cuando salgo, también me puede
servir para hablar con un profesor, para ir a la compra y no temblar a la hora
de pagar, etc. El final os lo podéis imaginar. Empecé a necesitarlo para casi
todo, o mejor dicho, para todo en mi día a día. El alcohol se convirtió en la
ayuda que yo necesitaba y por lo tanto, la tomaba.
Mi
etapa en la universidad ya fue diferente al colegio y al instituto. Los dos
primeros años fueron bien, pero a partir de ahí todo cayó en picado. El alcohol
ya me acompañaba en mi bolso, sobre todo como ayuda a la hora de un examen o
para hablar con algún superior. Era la única forma de calmar mis nervios y
temblores de voz, o por lo menos eso pensaba yo.
Pronto
me di cuenta de que tenía un problema, pero pensé que lo podía arreglar cuando
quisiera. Para entonces mis amigos ya eran otros. Todas las personas de mí
alrededor empezaban a darse cuenta, pero yo negaba todo lo que me decían. Les
hacía creer que estaban locos, que yo era la que estaba bien. Aunque en el
fondo, sabía que no era así. TENÍA UN GRAN PROBLEMA.
Después
de estar así unos nueve años, empecé a degradarme y a encontrarme mal, ya no me
servía para lo que yo quería. Vivía sólo para el alcohol. Me pasaba el día
bebiendo y la noche, pensando cómo conseguir el dinero para comprar una
botella, dónde comprarla (ya me conocían en todos sitios), dónde esconderla.
Porque eso era otra, mi familia se convirtió en una bandada de espías, se
sabían todos mis escondites. Ellos y mis amigos lo sabían TODO. Con estos
últimos tampoco podía beber. Ellos sabían mi problema, pero yo era más ”lista”
que ellos(o eso creía). Lo que hacía era salir de casa con alguna copa y así
aguantaba más tiempo sin beber. A veces me pasaba, no encontraba cual era el
límite y me tenía que quedar en casa, por supuesto BEBIDA. Cuando no, tenía
otro remedio. Me llevaba una botellita en el bolso y de vez en cuando, viaje al
servicio y trago. Lo que no pensé es que ahora mis amigos se habían convertido
en mis enemigos. Me controlaban, se chivaban a mi hermano si salía bebida. Los
odiaba. Estaba controlada por todos lados. Mi familia y mis amigos estaban en
mi contra.
Un
día harta de todo, decidí que ya no quería beber más. Intenté no beber, pero me
fue imposible. Descubrí que no podía dejarlo. Fue muy duro, lloraba, me
maldecía por haber llegado a este punto. En definitiva, ME ODIABA. Pero todo
esto de nada servía, tenía que seguir bebiendo para poder vivir. ¿Qué podía
hacer? El alcohol me tenía atrapada. No lo entendía, no quería beber y bebía.
No me gustaba beber y lo hacía, con la nariz tapada. ¿Qué me había pasado?
Cuando me iba a la cama, juraba por lo más sagrado, que no volvería a beber, al
rato me tenía que levantar y llorando, echaba un trago a la botella de ginebra,
o de lo que tuviese en mi armario, para poder dormirme unas horas.
Así
fueron pasando los años. Un calvario para mí, para mi familia y para todos los
que me querían. Siempre he dicho que el dolor no se puede medir, la familia lo
pasa muy mal, pero os puedo asegurar que YO, también he sufrido mucho.
En el
año 1995, mi
hermano decidió llevarme a un centro para drogodependientes (eso sí, yo nunca
me negué a acompañarlo donde me decía, otra cosa es que estuviese convencida).
El experimento no sirvió conmigo. A los dos años de estar allí me dieron el
alta. Este día me acompañaron mis amigas Ana y Puri, pobrecillas que mal se lo
he hecho pasar. Durante esos dos años, seguí bebiendo, de hecho cuando me
dieron el alta bebía más que cuando entré. Mi hermano alucinaba, pensaba que lo
mío ya no tenía arreglo. Otra desilusión más para él y para todos los que
habían confiado en mí, pero mi hermano siguió luchando por mí.
A
todo esto yo seguía bebiendo. Como podéis imaginar cada vez más cantidad y cada
vez me sentaba peor. Mi casa era un desastre. Todos pendientes de mí, menos mi
padre. Quizá porque estaba enfermo o quizá porque delante de él no se hablaba
del tema. Doy gracias porque nunca se diera cuenta.
Fue
en 1999 y tras el fallecimiento trágico y repentino de mi padre cuando vino el
desastre total. Fue horroroso. Mi padre decidió por sí mismo no vivir más. Fue
su decisión, pero para los demás fue difícil de asumir. Desde ese momento ya no
me separaba de mi botella. Sólo estaba ella en mi mundo. Incluso dormía con
ella. Era mi mejor amiga, la que me hacía olvidar todo aunque fuese un momento.
Para
mi madre fue el año más duro. A la muerte de mi padre, se unía el que su
hija se estaba perdiendo poco a poco. Vivíamos las dos solas, aunque mi
hermano, siguió ahí todos los días (respaldado siempre por su mujer, mi cuñada
Ana).
Mi
familia y mis amigos estaban destrozados, “YO TAMBIÉN”.
Un
día recuerdo que era sábado y después de haber pasado once meses de la muerte
de mi padre, viendo que la cosa iba a peor, decidió llevarme a un médico que él
conocía. Este señor nos dijo que estaba muy fastidiada y tenía que dejar de
beber, de lo contrario me quedaba poco, menos de un año nos dijo. Yo ya lo
sabía, pero ¡como lo dejaba sino podía…!
Mi
hermano siguió buscando, hasta que ese mismo día encontró un centro en las
páginas amarillas y llamó. Según él, le había atendido una chica muy simpática
que tenía el mismo problema que yo. Nos citó para tres días después.
Por
fin llegó el día, 23 de Mayo del 2000. Estuve nerviosa todo el día. Me
imaginaba aquel lugar lleno de hombres mayores, que habían perdido todo,
desaliñados….no sé, lo que siempre hemos imaginado todos, o casi todos, que es
un alcohólico. Mi sorpresa fue mayúscula. Nunca podré explicar con palabras lo
que yo sentí al entrar allí.
Mi
hermano (que por supuesto me acompañó), llamó al timbre. Abrió la puerta un
señor con el aspecto que más o menos había imaginado. Me asusté un poco porque
no sabía si todos iban a estar así. Se presentó como Paco y la verdad es que
era un señor muy extraño y a la vez agradable. Nos acompañó a una sala grande,
pero muy acogedora. Tenía una mesa camilla donde se encontraba sentado antes de
nosotros llegar. Empezó a charlar como si nos conociera de toda la vida. Según
él era biólogo, toda su vida se había ido al traste por culpa del alcohol y
ahora vivía en la calle y con la mochila a cuestas. La verdad es que resultó
muy entretenido. De repente entró en la sala un chico joven, guapo, educado…,
nos dijo que era Miguel Ángel, psicólogo y técnico de la asociación. Me invitó
a pasar a su despacho. La primera pregunta que me hizo fue “¿Por qué has venido
a un sitio así? Mi respuesta le sorprendió: “Porque soy alcohólica” le dije,
¿Por qué lo sabes? Insistió el chico, “porque quiero dejar el alcohol y no
puedo” “AYUDAME” y vaya si lo hizo. La cara del chico era sorprendente,
según él nadie antes le había dicho tan claro lo que quería en su primera
consulta.
Antes
de dar estas respuestas tan claras, ya llevaba muchos años dando tumbos y sabía
perfectamente el problema que tenía. Ese día después de tantos años me atreví a
decir lo que sinceramente sabía que era: una mujer Alcohólica.
Seguidamente
me vio una doctora, Pilar, la que corroboró lo que el primer médico me dijo. Me
encontraba muy tocada. Después de las visitas con los profesionales, me pasaron
a una habitación muy pequeña, donde sólo había una mesa camilla y varias
sillas. La verdad es que me sentía muy a gusto en esa solitaria salita. Al
momento apareció ella, una chica alta, guapa y con muy buen aspecto. Muy
sonriente me dijo: “hola soy Paqui, el sábado hable con tu hermano por teléfono
y ante todo no tengas para un día.
Yo
la miraba y me decía: ¿Cómo va a tener problemas con el alcohol una chica con
tan buen aspecto?, pues sí, era ella. Empezó a hablarme sobre su vida y cada
cosa que me contaba era mía. Me reflejé en ella en cada momento. Fue un rato
emocionante, por lo menos al no verme como un bicho raro. Ya no era yo la única
persona del mundo que hacía esas cosas.
Cuando
creí que mi primera tarde en la asociación había acabado, Miguel Ángel, me
acompañó a una sala donde estaban el resto de compañeros. Según él, esto no se
solía hacer el primer día de visita, pero a mí me veía muy segura. Había
hombres y mujeres de todas las edades. Yo estaba “cagada”. Recuerdo que Paqui,
la chica con la que hablé, se sentó a mi lado y no me soltó la mano en todo el
rato.
Pronto
empecé a sentirme bien, pero a la vez rara. Todos se conocían y tenían una
relación envidiable entre ellos. No paraban de darme buenos consejos y
ofrecerme su ayuda. Me di cuenta de que eran una gran familia. Se entendían a
las mil maravillas. Entonces pensé: “he venido al sitio adecuado”. Mi hermano
estuvo en otra sala con los familiares y sintió lo mismo. Esta vez habíamos
acertado.
Han
pasado trece años y medio desde aquel día. Recuerdo a todos y cada uno de los
compañeros que han pasado por ahí: enfermos, familiares, técnicos…. Nunca los
olvidaré, cada uno de ellos dejó en mí una huella imborrable y de cada uno de
ellos he aprendido mucho.
Ese
día cambió mi vida. Dio un giro de 360 grados. Empecé a salir con mis amigos,
me divertía sin tener la necesidad de beber y ellos estaban muy orgullosos de
su amiga.
Yo
seguía acudiendo a ALJAMA cada martes y cada sábado. Escuchaba a todos mis
compañeros y ponía en práctica lo que me decían. Todos y cada uno de ellos me
caló hasta lo más profundo. Sus testimonios y sus consejos me hicieron sentir
muy bien en aquel lugar. Recuerdo sobre todo los consejos de Pepe, Jesús,
Marcelino, Lolo…. Y Antonio. Este último, Antonio, empezó a hacerme sentir
incomoda en las terapias. Pronto descubriría el motivo, “me gustaba”. Cada vez
que me miraba, sentía un cosquilleo en el estómago como no había sentido nunca.
Definitivamente ESTABA ENAMORADA.
Tres
años después, el 15 de Agosto de 2003, aquel chico moreno, guapo, agradable y
del que todos los días aprendía algo, se convirtió en mi marido. Fue uno de los
días más bonitos de mi vida, para mí y para todos los que me querían, parecía
un sueño.
He
tenido muchas ayudas dentro y fuera de ALJAMA, pero como podéis imaginar, él ha
sido un pilar muy importante en mi rehabilitación. Siempre está ahí y quien
mejor para entenderme, que una persona con el mismo problema que yo. Juntos
hemos superado muchos momentos amargos, pero siempre sin alcohol. Aunque no
penséis que todo ha sido malo. Con él he vivido los momentos más felices de mi
vida y espero seguir haciéndolo.
Fruto
de esa relación nacieron María y José Antonio, dos preciosos retoños que son
nuestra vida. ¿Quién me iba a decir que me ocurriría todo esto? Pues si todo
puede cambiar si uno quiere. Yo lo hice y como me alegro.
Como
veis, la historia de mi vida bien podía ser un cuento de hadas, para mí así lo
es.
Pero
mi cuento no acaba aquí, no tiene FIN, sigue cada día y cada semana con las personas
de las que tanto he aprendido y sigo aprendido, a las que se unen mis amigos y
mi familia.
Pienso
que el secreto de todos estos años sin beber está en la constancia, en la
sinceridad, humildad y sobre todo en haber dado el paso de reconocer que soy
alcohólica y que no quiero beber nunca más.
Cuando
me preguntan, ¿Qué es para ti ALJAMA?, siempre digo lo mismo” TODO”. Cuando
llegué estaba perdida y ellos me enseñaron a vivir. No tenía nada (y no me
refiero a lo material), no tenía vida. Ahora, aunque no lo parezca, lo tengo
todo. Soy PERSONA, que es lo más importante y que yo había dejado de ser, para
convertirme en una piltrafa. Una persona capaz de enfrentarse a todo sin
alcohol. Eso me lo ha dado ALJAMA, a esta asociación le debo mi vida.
No
quiero terminar sin recordar y dar las gracias a cada una de las personas que
han sido claves en mi rehabilitación:
-En
primer lugar a la familia de mi marido, a los que considero mi familia y que
siempre he tenido ahí cuando los he necesitado, a mis amigos, (de los que
siempre he presumido y de los que seguiré haciéndolo mientras viva, de ser los
mejores amigos del mundo),a mis primas (incluso a las que se encuentran lejos),
a mi MADRE ( que ha sufrido mucho con mi enfermedad), a mi cuñada ( siempre
apoyando a mi hermano) y especialmente quiero dar las gracias a este último,
sin mi hermano nunca hubiese dejado el alcohol, gracias HERMANO. También
quiero dar un fuerte beso a mis sobrinos: Lolo y Elena. Eran pequeños cuando yo
bebía, pero sobre todo él, se daba cuenta de todo. Os quiero mucho a los dos.
-A
los técnicos que han pasado por ALJAMA: Luis Enrique (persona encantadora y que
me ayudó muchísimo), Miguel Ángel (gran técnico, gran persona y gran amigo.
Para mí, como su nombre indica, un ángel), a Antonio España (nunca he conocido
a una persona tan trabajadora y profesional como él) y por supuesto a los
chicos de prácticas, en concreto: Rocío, Borja y Begoña. A nuestras dos
técnicos de ahora mismo, Victoria y Cristina (jóvenes, guapas, trabajadoras,
profesionales….) gracias, sois muy especiales para mí.
-A
todos mis compañeros, a los que lleváis más tiempo deciros que lo nuestro es
una gran amistad y a los que lleváis menos, deciros que sigo viniendo por
vosotros, escucharos me ayuda mucho. Me enseñáis algo nuevo cada día.
-A
mi marido y a mis hijos, los tres son lo más importante en mi vida.
-Por
último, quiero enviar un beso a todos los compañeros que estaban cuando yo
llegué y que por un motivo u otro ya no están con nosotros. Especialmente a
aquellos que desde el cielo nos siguen ayudando a seguir adelante: Paqui, Mari,
Jesús y Marcelino. Y como no a mi padre que seguro está con ellos. Os echo
muchísimo de menos y espero que me sigáis dando fuerzas y ayudando cada día.
Gracias
ALJAMA Y gracias a todos los que habéis perdido un ratito de vuestro tiempo
para escuchar a una servidora.
Sólo
espero que mi historia sirva para ayudar a quien lo necesite y sobre todo que
sirva para enviar un mensaje a todas aquellas personas que crean tener un
problema con el alcohol. Deciros tanto a vosotr@s como a vuestros familiares
que no perdáis la esperanza, si yo salí de este pozo, cualquiera puede hacerlo.
No os podéis imaginar lo que se siente al salir de ese mundo y empezar una vida
nueva, del alcohol se sale y en lo que yo pueda ayudaros aquí estoy. Un beso
muy fuerte para tod@s.
De
este día ha pasado algo más de un año y medio. Aunque hay muchas cosas que han
cambiado, entre ellas mi marcha de la asociación, pero a la que sigo y seguiré
llevando en el corazón. Otro cambio ha sido que he encontrado trabajo,
posiblemente no sea el mejor trabajo del mundo, pero un trabajo conseguido sin
alcohol y esto me hace muy feliz. En lo demás pocos cambios, mi familia, mis
amigos…..todos seguimos igual de bien. Tenemos nuestros problemas como
cualquiera, antes mi vida era un problema.
Por
último me quiero referir a todas y cada una de las personas que poco a poco han
ido conociendo mi historia. Mamas y papas del colegio de mis hijos, vecinos del
pueblo, compañeros de trabajo…..Quería darles las gracias por cómo me han
tratado y me siguen tratando, como a uno más de ellos, no haciéndome sentir
diferente, entendiendo mi problema como algo que le puede pasar a cualquiera y
en ocasiones haciéndome sentir muy especial. Quizá también sea porque yo cuento
mi historia con mucha naturalidad y así lo seguiré haciendo.
GRACIAS DE TODO CORAZON,
vuestra amiga PURI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario